sábado, 17 de enero de 2009

EROPATIA

¿Y si el tiempo se redujera a besos, a parpadeos, a gotas de vida? El mundo seguiría siendo una gran crisálida y el hombre su cautiva mariposa. Pero por fin lograríamos volvernos eternamente efímeros. Sin necesidad de brújulas exhaustas o de esa cronometrada naturaleza que tan dueños nos hace sentir. Yo solo quiero una ciudad de espectros que jueguen a estar vivos. Vos y yo hablaríamos por medio de burbujas, guiándonos solamente por el color que van tomando mis uñas escamosas a medida que se funden en tu piel acuarelable. Súbitamente, amanezco. Parece que el sol no ha decidido si salir por el este o por el oeste esta mañana, porque en mis pupilas reflejo dos soles rojos aproximándose con hipnótica redención. No temo. Me divierto tocando el piano con tus costillas parlantes y luego me lavo los dientes con una clave de sol un poco oxidada. Vuelvo a nuestro cuarto, escuchando un agónico crujido de pétalos bajo mis pies, en la cerradura hay una rosa, la giro suavemente hasta que las espinas hacen su magia abriendo la puerta. Asustada descubro que ya no estás. ¿Es que has sido solo un sueño? ¿Y que más hubiese querido que fueras?