sábado, 25 de junio de 2011

Misunderstood


«Pero la gran poesía, ¿cuándo no es una cuestión de las cosas últimas?...»
—Carta a Gleb Struve de Celan, 29 de enero de 1959—
     

Supongo que no es algo noble prostituir la angustia en el texto. Algunos llaman a eso: poesía. Yo creo que tal cosa vendría a ser en todo caso algo así como un reality show de la literatura. La angustia no es poética, el dolor no es poético, el amor no es poético, solo es poética la poesía, que es lo que hace creer que esas cosas pueden ser poéticas. Me parece urgente remover esta concepción (y otras) de la poesía como arte de la catarsis o de incomprensible soliloquio: es cierto, los poetas dicen muchas mentiras. Y si, de eso se trata. Pero de mentir bien, casi como si fuera una verdad: escondiendo pistas en el imaginario del lector, apenas nombrando, de forma que lo que realmente importante esté en lo que no se dice pero germina: en lo agujereado. Algunos “poetas”, en cambio, parecieran mentir diciendo que están mintiendo. Y este es el barroquismo que denuncio porque traiciona la concepción que, al menos yo tengo de la poesía como “arte de lo indecible” y de lo sutil.
 Se buscará desmitificar algunas cuestiones como ésta que abarcan desde la identidad la poesía al  arquetipo que se tiene del poeta. Transversalmente, es el propósito reivindicar la importancia de la poesía como néctar de la literatura, como sistema indispensable y concomitante de todo tipo de construcción estético-literaria.
Comencemos por la distinción ficción vs poesía. ¿Es posible hacer ficción sin poesía? Particularmente considero que la poesía es la máxima de las ficciones pero es cierto que un relato no necesita ser excesivamente poético para deslindar al lector de la realidad. Bueno, yo creo que ahí donde está fallando la literatura de hoy es precisamente en este punto: se reproducen como una plaga cardúmenes (porque van en la misma dirección) de relatos aburridamente verosímiles, comunes, sin vuelo alguno: me refiero no solo a los best sellers, sino a algunos escritores abnegados que creen que ya no se puede hacer poesía sino que lo importante hoy es “contar una buena historia”. Sin embargo, parece ser que estos textos como ficción funcionan y la gente los sigue leyendo. No se muy bien que se puede hacer al respecto, o si es que es necesario hacer algo al respecto. Pero personalmente lo que puedo hacer es negarme considerar que un texto sin poesía pueda considerarse literario. No se trata de elitismo, ya que el espacio de la poesía es un espacio libre y versátil donde pueden confluir todo tipo de temáticas. Se trata de marcar que la literatura en esta dirección está fallando, y la ausencia de poesía es, creo, una de las principales razones. No se trata de una ausencia accidental, se ha forjado esta visión de relegar a la poesía a un sótano, a algo secreto e intocable. Lo es. Pero es, además, una esencia que opera constantemente en el arte. 
Primero ¿qué es esto de “sin poesía” o “con poesía”? vamos a explicarlo un poco –y como no puede ser de otra forma sino este texto se mentiría así mismo, y solo los buenos textos hacen eso- con poesía. Todo texto tiene un ritmo, tiene una direccionalidad, tiene un centro, es si se quiere: un cuerpo. ¿Cómo se anima un cuerpo? Como se anima cualquier cuerpo: con una voz que dirija el movimiento. En este caso, el movimiento lo impone el texto mismo (su historia, las trampas que el autor urda en ella) y la poesía es la voz que baila entre las letras.  Es el señuelo que lleva al lector por su sinuosa arquitectura. En algunos casos podemos detener al mundo fuera de él, y sentir que todo sucede como si fuera música. Esa sensación es causa de un renunciamiento, de una entrega que, si dependiera exclusivamente de la voluntad del lector, muchos desistirían en su intento. ¿Qué desligó entonces nuestra resistencia? Antes de empezar a leer, el texto era tan solo un objeto más de la galería de lo real, ajeno a nuestra percepción; ahora, participando de el pareciera ser que fuerzas vivas operan entre él y nosotros. Luego, una vez interpretado pasa a ser un sujeto, un mundo que habla dentro nuestro. ¿qué paso? Lo exterior se ha vuelto interior. Algo tuvo que haber mediado ese pasaje: es la poesía. La poesía en cualquier obra (y esto es : cualquier cosa que pida una forma y pueda soportar un escenario) es una protuberancia que llama a algo detrás de la trama, que parece imperceptible, es el sedante de los buenos textos, es la caricia de la palabra. La poesía coagula, da síntesis a la obra de arte.  Es el instante beatifico, en el que el cuadro borra a la idea, es lo que queda cuando todo ha sido dicho. Es un secuestro por el Leteo: No sabemos decir ni recordar que ha sucedido, pero sin duda ahora no somos los mismos que antes. Si, leer es una experiencia metafísica.
Ahora bien, ¿esto significa que la poesía es tan sólo un recurso literario? No. Sería un vano derroche de hermetismo decir que la poesía se circunscribe al verso (aunque para mí y para Pessoa sea su mejor microocosmos), ni mucho menos a la literatura. Sin duda vive en muchos recintos del arte, y hasta en las más remotas esquinas de lo que no es considerado arte. Pero que esté presente en diversos géneros no implica que sea un recurso. La poesía no es una herramienta para que las ideas suenen más bonitas, no: no se trata de publicidad. La magia no surge de la combinación decorativa de términos felices, (porque creemos tienen algo que ver uno con otro por la sensación que resumen), sino de la comunión entre independencias. Y por esto, no se trata solamente de estética: No es, simplemente el medio que ayuda al escritor a atrapar al lector. La poesía es una flor que grita desde el fondo de una tumba. Es la voz de lo muerto (lo olvidado, lo amordazado) entre lo vivo. Es siempre un constante preguntar -por qué- con la boca llena de espinas.
Lo que creo que sucede, (y no ahora sino ya, en la antigüedad: el origen de la literatura no es literario, es oral) es que justamente por esa música, por esa conversación interna que mediante la lectura se inicia, por ese “querer pronunciar, (como si fueran gemas a punto de desaparecer y que sabemos: ya no se repetirán), cada palabra que leemos”, por ese “no poder borrar ciertas frases de la memoria” la poesía es utilizada como un eficaz medio de transformación: social, cultural, política, etc. Esto no es un cliché de nuestros días, está esta idea del poeta ya en Hölderlin como “voz del pueblo” y si, en parte es cierto. Todo artista trae consigo la marca de su época y de su pueblo (o bien, hasta la anticipa: Orwell, Kafka), esto es aun su identidad, pero la idea es forjar otra, es, tal como para los filósofos “crear conceptos nuevos” .Así, en un buen poema se han creado sentidos poéticos sumamente interesantes: No conozco una descripción mejor del desvanecimiento del amor como la de fuego fatuo (Pizarnik), ni un retrato mas vivo de la Bolsa durante el crack de los 30 comouna pirámide de musgo  (Lorca).
             Está todo bien, pero no debemos olvidar una cosa: a la poesía no le importa nada de nada todo esto.  La poesía no es historia ilustrada. La poesía es una realidad en si misma, -Pizarnik de hecho diría que es la única realidad- no es un medio de nada, pero no por ello un fin en sí mismo ya que su fin o bien está en muchos lados (en sus incalculables resonancias), o bien es como un Ouroboro que se muerde la cola: un fin que nunca llega al final sino que sigue reinventándose, demorando su muerte; porque, además, no hay muerte en la poesía, esta el deseo de esa muerte, pero sin poder jamás alcanzarla.
Pero, ¿si la poesía está en todos lados y a la vez en ninguno como es posible que sea algo real?  Yo ajustaría un poco esa metafísica y diría que la poesía no es algo real, sino algo todavía no real. La poesía no podría nunca ser. Esta siempre siendo. No tiene conciencia de finitud porque los poetas son eternos soñadores. Pero aun así no necesita que nadie crea en ella: “cuando ya no haya poetas, seguirá habiendo poesía”. La poesía es el arte de decir lo que no es para que sea, pero no en la precaria forma de la imaginación, como algunos creen, sino en la irremediable potencia de no poder morir. Ahí radica su poder, en su propia inconsistencia         
Volvamos a los malentendidos. “me pregunto si la metafísica no será tan solo un asunto de hallarse uno indispuesto” y si, de la poesía podría decirse lo mismo, Pessoa, pero no es tan simple: no es solo un estar en contra del mundo o una consubstanciación tan profunda que nos  escupe para afuera., es no solo un estar indispuesto sino un estar dispuesto a desarrollar cierta Stimmung que consiste en como dice Heidegger dejar venir lo todavía no presente a la presencia, a usar la realidad como caldo de cultivo para los sueños, salir puros de ella, no camuflarse en su trajín, ser siempre un “arrojado fuera” del mundo (Ausgeworfener: Heidegger, otra vez).
La poesía después de todo es un sistema pero uno muy complejo, en aristas en constante multiplicación, no basta con estar triste o en “ceer encontrar la belleza en las cosas” eso no existe, eso es evangelismo, la belleza simplemente sucede, no está en las cosas. Tal como dice Caeiro: “el misterio oculto de las cosas es que no tienen ningún misterio oculto”.  La belleza es siempre una abstracción, una mirada. Que se ha buscado desde siempre, en la antigüedad como mimesis, en el renacimiento como mimesis idealizada, y lo que nos queda del posmodernismo es ese intento de  romper los canones de la belleza; aunque creo que negar la belleza es también una forma de buscarla. Yo creo que lo que no hay que perder de vista es esta pregunta: ¿no será quizás la belleza la excusa para hacer arte?. Y aquí entra en juego otro sentido de la palabra poesía, que creo yo es el más verdadero y fundamental: poiesis’ que significa ‘creación’, o ‘producción’, deriva etimológicamente del antiguo término griego ποιέω, que significa "crear". Esta palabra, la raíz de nuestra moderna "poesía", en un principio era un verbo, una acción que transforma y otorga continuidad al mundo. Ni producción técnica ni creación en sentido romántico, el trabajo poiético reconcilia al pensamiento con la materia y el tiempo, y a la persona con el mundo. De más esta decir acerca de esto que, “el arte es el hombre agregado a la naturaleza” 
 Platón define, en el Banquete, el término ‘poiesis’ como: “la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser”. Es una forma de sabiduría, y conocimiento, también una forma lúdica, algo alegre, que está vivo. La expresión no excluye el juego, puesto que el hombre que juega es ya un hombre que sabe.
Yo no se quien entendió que la poesía era esto: sentir que la naturaleza habla a través de uno. Como si estuviéramos inspirados todo el tiempo, como si cada metáfora fuera una revelación. Se trata simplemente de trabajo, de entrenar el ojo, sentir el cuerpo, y abrir el alma.
No, la poesía es hablar en vez de la naturaleza. ¿Cómo? Traduciéndola o buscando en ella lo que no es, lo que naufraga. Es más bien forjar una segunda naturaleza simbionte de la primera.
Episkepsis imaginativa de una palabra dada al infinito, al abismo que de a girones se va haciendo lenguaje. La que pasa la prueba no es la palabra, sino nosotros. De ver que gesto tiene lo que queremos decir, de traducir esa presencia que por un segundo nos habitó.
Lo que cuenta, lo que perdura, aquello que los poetas nombran, es rescatar imagénes del tiempo. Lo evidente, lo conocido ¿para que nos sirve a los poetas? Ya esta ahí, completo, infértil. Por eso: a no decir pavadas cuando estamos melancólicos (o simplemente tristes: la melancolía es un ejercicio y además deriva de una palabra y sentidos griegos muy bonitos, pero que no viene al caso de este texto- y por eso confundir el rosado de un atardecer con la piel de una mujer amada –y como somos unos loosers: perdida – sino no la extrañaríamos tanto-) y creernos por que desahogamos nuestra pena un rato: poetas.
También está esta idea de que para ser poetas hay que tomar una especie de actitud poética ante la vida: como si estuviéramos presos de un andar alucinatorio y patético que nos hace hacer metáforas de todo. O excesivamente susceptibles como par que un recuerdo nos sacuda en cada esquina y nos haga tatuar en sus paredes mensajes con sangre, ¡no! Basta de manchar a los poetas con esa histeria, con ese, mal entendido: romanticismo. Somos personas normales, que quizás no se conmueven con el exacto tono de un atardecer o con el sutil desnudamiento de una rosa pero que logran descubrir “instantes poeticos” dentro de lo real y también como construcción (o no: hay cosas que llegaron ahí sin saberse bien como) en lo imaginario, estos son: trampas, es como cuando nos damos cuenta de que un sueño es un sueño, las cosas empiezan a no encajar, a deseconrtarse. Son como un llamamiento a algo mas atrás – otan adelante que no lo vemos-de las cosas , ahí donde la realidad pestañea y nos dice: -hacé lo que vos quieras-.
Y sufrir, bueno, sufrimos como todos, de la única forma que se puede hacerlo: sufriendo. Y ¡sin hacer un poema de eso! Si un poema sale de ese estado, será siempre por otra cosa, nadie quiere reproducir su pena tal cual es porque lo que duele de la pena es justamente eso, que sea así, inmóvil, que no tenga solución. La poesía, en cambio, nos da la ilusión de la libertad de modificar su destino, de volverla otra cosa: quizá más feliz o incluso mucho más oscura de lo que era en realidad, cavando aun más profundo. Pero sea como sea es siempre una mentira, que da el consuelo de saber que no puede hacernos daño, que al menos, en ese recinto, es nuestra.
Sin embargo, a poesía es un sistema perverso: no se sabe como entrar ni como salir. Y si, a quien le seduce eso tiene algo de enfermo o son simplemente personas que nada los vence, que desconfían del misterio de la superficie de las cosas y buscan otro misterio: el misterio de si mismos. Los poetas parecieran ser personas que nunca se quedan sin palabras, quizá sea precisamente por eso que se dedican a la poesía, para que esta los haga fallar, caerse, despojarlos de su armadura de lenguaje y esperar a que su propia voz los haga callarse.


domingo, 12 de junio de 2011

-mirando el índice de mi "Contra la interpretacion" de Susan Sontag- suspiró con un dejo de entre admiración y frustrada extranjera y pienso:- ah, de tooodo ibas a escribir, flaca?-. lo cierro y me voy a leer esquilo, euripides, virgilio, boyle, camus y lúdvics antes de volver a enfrentármele. 

martes, 7 de junio de 2011

El no haber nacido triunfa sobre cualquier razón. Pero ya que se ha venido a la luz lo que en segundo lugar es mejor, con mucho, es volver cuanto antes allí de donde se viene. 


(Edipo en Colono, Sófocles)