lunes, 9 de abril de 2012

Nabucodonosor





No miento si digo que encontré un chico hecho de sol
con luciérnagas en los pupitres,
con magia negra en la voz.


No miento si digo que son dos, tres, ochenta mil
los que vienen
a sacarme de la cama
cuando yo no puedo o cuando simplemente quiero quedarme retozando sobre el colchon un momento,
cuando ya no tengo razones para-,
ni teorías sobre-
o palabras de-
que justifiquen hacerlo;
sea eso o cualquier otra cosa
de mi puta, lenta, existencia,
siempre necesito un incentivo:
Mi miel en la mesita de luz,
mi pila de libros al pedo
y es enfermo y es intestino
revuelto de gallinas
el que grita
en el centro, pero lo callo con una sonrisa,
siempre, al final.


No miento si digo que tiene el formato exacto de un sueño:
Ávido de forma,
lleno de preguntas
y perpendicular al tiempo.


Si digo que me tironea, que me palpita que me
estiiira como cama elástica hasta el cielo,
feliz pirotecnia,
que me agarra de una pata y me lleva por el viento
surcando desafiantes la consistencia misma del Verbo,


-¿Qué es eso, mi amor? ¿Qué es eso?-
-Veni para acá, contame un cuento-,


Tu lullaby de prisionero de nube
Tu bambi muerto de miedo en el túnel
¿Por qué todas esas fotos pegadas con chicle en las paredes
y todos esos sonajeros chillando solos en la cuna?


Basta basta de todo eso.


Quiero una puerta que se pronuncie como noche
sobre mi esfera, que en una pesadilla o en una parada de colectivo se me plante ahí y me diga:
-Basta! Basta, Melina de decir siempre "Quiero..."!-
Esa poética insoportable,
Ese vicio de hacer del amor una pataleta
Un delivery, una pañalera,
una palangana
donde remojar los pies calentitos
al final del dia,
un paloma negro
de luces moradas
picoteándome el cerebro
hasta que no puedo mas
y me arrojo
como pañuelo
a ese cielo
otra vez, puerto.


A ese mismo cielo del que me dejaste colgada
bailando en mi cajita de cristal musical
ausente, por fin, de todo
pero repartida,
repatriada en tu sonrisa
de imperio.




(Sólo quería decir que me di cuenta que me gustan los paraísos casi tanto como me gustaron siempre los infiernos, que los dos tienen su vértigo y que no es muy común haber encontrado a una persona con el alma esparcida en todo el cuerpo).