miércoles, 29 de septiembre de 2010

Tengo un beso detenido en los labios. La ausencia clandestina –íntima- de nombrarte en cada charco, en cada estación de tren, en el eco espectral de este suburbio; de no saber de que color vestirme para evocarte algún recuerdo por si te cruzo. De andar asi, con el alma mendiga: Con los tobillos derrumbándose en cada esquina y los semáforos, cómo duelen los semáforos, y la gente y la lluvia, sobre todo la lluvia.

No quiero dejar de sentir esta tristeza… porque es nuestra; solo nos queda la muerte, esa avenida de brazos calmos donde recordar la danza compartida.