lunes, 9 de febrero de 2009

A la dra. tzu

Sus tobillos marmóreos suben la escalera caracol. Recluta  sus lágrimas para que rompan fila de su rostro discretamente por última vez en este día aún intoxicable. Sonrisas-cerradura y montañas la confunden con su inusual perspectiva. Como si una bandada de aves de rapiña hubieran erosionado su cuerpo dejando ingrávidos nidos en su alma: Alma centrífuga que todo lo puede. Alma que sentencia, que es sombra y también caída. Alma repartida. Y este enclaustro, febril, inapelable le esta fermentando su mente pespunteada. Si bien es consciente de esto ella no puede doblegarse ante lo absurdo. No es de esas personas que se dejan arrasar por lo indómito. Se abrocha los botones del camisón -el mismo gesto urgente del guardapolvo- con un mecanicismo que hasta ella misma asume desgastado. Su hija ya no esperara las noches de guardia para oler sus pijamas y así sentirla más cerca. Su esencia si bien la protege mas que nada en el mundo ha dejado de ser su compañía preferida. Ahora duerme envuelta en una remera grande y apolillada de pink floyd (de aquel disco que nunca escucho porque en realidad nunca escucho música. Eso no era una actividad para ella) impregnada y feliz con el perfume de aquel chico por el que tanto pelea. Ay! Como le cuesta decir “novio”, con que pudor incorregible se desabrocha de sus dientes esa palabra, que según ella parecia opacar toda inocencia. El celofán no esta roto pero esta sucio. Empañado de incertidumbres, mordisqueado. Puede tragarse los detalles pero esa mirada de demanda es algo que no puede ignorar. Ni omitir, verbo con el que solía reemplazarse al cuervo mentir. Es que ha perdido la cruz que le daba sentido a su redención. Un sistema que yo no se si amaba pero que conocía lo suficientemente bien como para que no la perturbara. Porque era ese círculo no tan difuso y ese andén lo la hacían sentir ubicua en espacio y tiempo. Ahora anda a ciegas, palpando lenguas de todas las herrumbres. Desorientada ante un horizonte que de pronto se retuerce y la hace triturar las manecillas de un reloj experimental entre sus dientes. Experimental? Como?¿No fue experimentado antes? Eso no era confiable para ella. Su tiempo ha sido por fin…exprimido. Y asi deberá tomárselo. Camina. Firme. si se aleja o se acerca, nadie sabe. Y asi andará hasta que encuentre un puente, otro salvoconducto más a ese paraíso desconocido. Ansiosa de volver a esperar.