domingo, 18 de noviembre de 2012

Di-versiones



“El hecho soy yo queriendo divertirme, y pienso en cuánto hace que no escribo para divertirme.” 
(Nicolás Recupero)


I


Diversión: Di- versión. Vine a esta fiesta queriendo divertirme y me quede sola jugando al scrabel sobre la barra. El barman pensaba que me ganaba, pero en realidad tenía muchas faltas de ortografía. No se lo quise decir. Peor hubiese sido seguir jugando sola. Pero en un momento alguien se agarro a piñas, o hubo una vomitada en masa o no sé y me dijo que no podía jugar más conmigo, que le debo la revancha y me guiño un ojo, expediendo una gota de transpiración por la sien izquierda, que me pareció sublime. Esa es mi definición de lo sublime: Gestos que recuerdo por la violencia de su irrepetibilidad. Y qué se yo? Fue una noche promedio, pero me divertí. Fue una noche promedio, pero me divertí. Volví lo suficientemente tarde como para no tener tiempo de hacer más nada, pero lo suficientemente temprano como para levantarme antes de las 12, mañana. No me siento como el chico de la canción de the smiths[1], aunque debería, pero no, estoy absurdamente feliz o satisfecha, satisfecha sería mas bien la palabra. Quizás sea por la acolchonada confianza de saber que si hubiese querido no me hubiese ido a dormir sola. Es terrible el peso de ese a priori. Me siento como algunos troskos que se horrorizan de ser tan burguesitos por lavar los platos con aguita caliente o usar la estufa, cuando otros duermen con frío entre el packaching. Yo teniendo la posibilidad de coger, la estoy desaprovechando pensando en toda la gente que lo necesita más que yo. ¿Por qué? no se, quizás, para que esta noche siga siendo una noche promedio, y nada más que eso. Necesito más días promedio. Necesito emociones promedio. Necesito, a veces, pensamientos promedios. Rodearme de gente promedio con ideales promedio y objetivos promedio. Vestirme con ropa promedio. Me acuerdo de que una vez vi a una chica en el colectivo vestida tan pero tan promedio que dije: yo nunca voy a ser como esa chica. Pollera gris, camisa blanca, chatitas y delineador negro. Promedio. Yo todavía no entendí la diferencia entre combinar y contrastar colores. Soy un cachivache liberal.

Pero me divierto, la cuestión es que me divierto, me divierto charlando sobre cosas promedio, haciendo estos absurdos análisis de demografía sexual y sacando un promedio que siempre da en negativo, me divierto, me divierto viendo gente promedio divertirse en forma promedio. Simplemente viéndola. Sintiéndome parte de ese pacto ficcional que implica salir de tu casa a estar solo devuelta. Una soledad promedio. “La vida puede que no se ponga mucho mejor que esto”, igual que las letras de Drexler, tampoco van a ponerse mucho mejor que esto. Porque son letras PROMEDIO, con música promedio, interpretadas por un tipo promedio. Que dice: todos podemos cantar así suavecito y hacer canciones para propagandas de sopa. Es solo cuestión de esforzarnos por ser cada vez más promedios. Hacé la prueba. Los argentinos somos muy trágicos: Probá tener un dia enteramente promedio.



Este fue un mensaje del Gobierno de la Ciudad, por el paro general de Promedios: gente que no quiere música fuerte, ni orgasmos desorbitantes, ni panchos con más de un aderezo. No a la multiplicación de los gustos de papas fritas ni al alargamiento del arco iris de aguas saborizadas. Que no nos impongan más su esquizoide método de trascendentalizar hasta los pedos, no queremos nuevos deportes extremos, ni productos que hagan nuestra vida más intensa. “Así está bien”, ese es nuestro lema.


[1] There's a club if you'd like to go You could meet somebody who really loves you So you go and you stand on your own And you leave on your own And you go home and you cry And you want to die 


http://www.youtube.com/watch?v=MhRebk8KDes


II

No, empecemos devuelta: Diversión. Di-versión: ahí empieza todo el problema: El desdoblamiento que produce lenguaje es perverso. Vine a este mundo a buscar la otra versión de mí y me atomicé en diminutos dímeros girando por el constelinado porteño. De ahora en más, cuando veo una persona interesante me reagrupo y la sigo desde unos pocos metros, me le arremolino a la altura de la cabeza y la hago estornudar, si puedo. Ella piensa que es polen, pero no: soy yo, divirtiéndome. A veces me canso de molestar siempre a la misma gente y me voy para otro pueblo adherida a las alas de algún pájaro de corto vuelo. (No puedo ir muy rápido, o muy alto, porque me disuelvo). Haciendo un balance de mis experiencias puedo decir que hay personas a las que le cambio el día cuando la molesto. Si si, es como si se sintieran más contentos o menos solos, durante ese momento. El molde de sus caras se desajusta, caminan más lento, aunque al principio parecen algo angustiados por la picazón imaginaria que les provoco con mi revoloteo. Hay algunos que me dan ganas de acompañarlos a la oficina, al gimnasio, al premetro, porque están realmente muy quemados, pero siempre se me cruza alguien más intrigante o más necesitado y me voy con ellos. Me dejan echa pescado, a veces, termino agotada después de tanto trajeteo; tanta grasa plástica sudándoles por la piel, tanto murmullo reprimido en sus cerebros. Pero es un estilo de vida, yo que sé, una pequeña militancia etérea. Pero ya se convirtió en una acción benéfica y yo no quería eso. El humanismo es un nihilismo con buena prensa. Y yo no soy humana, soy ex/pre- humana, pero siempre temo por ese momento, porque cuando ésta transformación termine, cuando mis partículas vuelvan nuevamente a agregarse formando un cuerpo, ¿quién va a cuidar de mi? ¿Quién va a divertirse conmigo cuando yo me convierta en uno más de ellos?