sábado, 4 de febrero de 2012

Estar de vacaciones



Estar de vacaciones es éso:
Bajar las revoluciones de la mente al cuerpo. 
Mi mano adormecida en el interior de un libro
porque ahora solo quiero cerrar los ojos 
y respirar lento (por los intercostales), 
escalar recuerdos y dejar que caigan
~o caer de ellos~
por su propio peso. 
El viento que erecta mis pezones suavemente bajo la remera. 

Calculardistancias tan inútiles 
como la que hay entre esta roca y aquella 
~pero las montañas no saben (porque no necesitan)
de geometría: el más arcano de los inventos~


Y en vez de andar contrastando
e indignándome por lo antinatural que se volvió todo
y por lo bello que es, en cambio, ésto
~si, la belleza a veces indigna pero solo cuando es 
muy muy intensa~
y diciendo -No puede ser, no puede ser!- 
con cara de diario dominguero
al caer de pronto en la cuenta
de la total y obscena prsescindencia 
que tenemos de 
Estados, de zoológicos, de bancos, de pijamas
y de porteros,
me quedo acá tranquila 
frente al mar pensando
~si, otra vez pensando, pero cuando pensar
se hace sintiendo~
en que soy yo el crisol donde 
confluye toda
esta ciudad de posibilidad.
(No porque justo sea yo,quiero decir todos: 
cada uno en su crisol):
El cuerpo es el medio 
y nosotros instrumento.


Lo importante es como salga de mí todo eso,
ser como el tren fantasma de los objetos:
que entraron, se asustaron, se dieron ahí su primer beso
y al salir 
ya eran otros, los mismos:
ajenos.
Solo que uno decidió ser taza,
otro ala de avión, otro escarpín, otro bizcochuelo.
Pequeñas terribles cosas
por todos lados, renaciendo;
rescatando del mundo
lo abierto.