domingo, 21 de noviembre de 2010

Borness

He aquí (creo) el primer poema de los poemas de la poesia que escribí en mi vida, cuando era insoportablemente niña, a eso de los 12. 
Lo encontré hoy adentro de un tocadiscos, mientras limpiaba la casa de mi abuela.
debo decir que es algo sumamente extraño no reconocerme en esas imagenes, en esa adjetivacion, en esa historia. creo que fue, puramente en la sensacion, casi tan hermético como leer fragmentos apócrifos de los  eleatas o de los estoicos. no se que querìa decir, realmente nunca se que quiero decir. 

La Verdad
El silencio recorre 
las rutas muertas del ayer
la brisa de lo efimero 
se posa en nuestros parpados,
congela los latidos de un reloj equivocado
y contempla, a través del cristal,
el paisaje en quietud. 

La soledad desahuciada 
se desangra por los senderos
de mi corazón inexperto,
busca una salida
en el árbol de penas 
y encuentra ahi, adormecida
la pasión que se oculta bajo el manto de la tristeza.
siente, toca, ve
el umbral de la realidad, 
atraviesa el portal de las dagas sedientas,
ilumina la Verdad 
y descubre un nuevo mundo,
el mundo real; 
tan real es que divaga por los suspiros de las almas blancas, por sus jadeos, sus gritos, sus miedos, 
cae en la cripta de animales sueltos y amor marchito
y besa con sus labios tersos
el último pétalo
de esta rosa tenue que bajo la sombra agoniza.
el milagro la embellece, su esplendor me incandila, pero en un descuido
la espina precoz que crece en el tallo de la confianza
se despierta para cobrar venganza y 
envenena la ingenuidad que en el regazo de mi inocencia duerme.