domingo, 21 de diciembre de 2008

Receta para mi Resurrección

Ingredientes:

  • vos...
  • yo...

Formula auxiliar para cuando nos perdemos el uno en el otro:

Eudamonia= Meli . Chueco 2 1 Bésame la frente hasta que el néctar de tus espinas embriague mi cicatriz inmediata. No abras los ojos, las cosquillas de tus pestañas podrían despertarme antes de tiempo. 2. Espera impaciente el latido de tus semillas germinando dentro de mis párpados. Y si por casualidad masticas algún que otro capullo amargo, no te marchites, sigue besándome, es un buen signo. Indica que la piel ha sido extinta. Ahora no soy más que un frágil cáliz de sangre y cristales. 3. Resiste al mareo de la Resurrección. Faltan pocos pétalos. Las balanzas ya están temblando en próximo averno. 4. Para este reto has de abrir bien tus ojos, ávidos y ambulantes como siempre ya que deberás esquivar a los incipientes caracoles que en mis venas se anidan y burlar el ultraje de las sombras caleidoscópicas. Ay! Que cosquilleo cuando parpadeas! Y que dulce tu risa cuando tiemblo. ¿Quién dice que en la muerte no hay cascabeles? Yo los escucho a diástole y sístole, trémulos y sonoros en cada ronroneo. 5. Falta poco, mago mío, si ya falta poco. Sumérgete en mis profundidades, sin miedo a nada, trasfórmate en el color que mas te guste acompasando voces o invocando al silencio, lo mismo da, yo busco la sangre, ya no la rosa. Deja tu cuerpo menguar en mi sustancia elegida. Sin miedo a las necesidades sútiles, tu respiración fue librada a las burbujas del viento. Por fin has llegado delirio, dulce intruso de mi última crisálida. Tu magia solo es posible cuando desvelas a tu perdido Dionisio ahorcando su apolínea arquitectura con las cuerdas de la cítara con la que en alguna otra muerte, sin querer, me conquistaste No hay caminos, sólo destellos. ∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞
TRANSMUTACIÓN
Esto es de otra de nuestras epocas... pero me encanta y ademas esta enlibrado por editorial dunken Me atreveré a besarte Cuando la muerte abroche Tu boca bien amada que no he besado nunca Alfonsina Storni Sabés qué me gustaría? Desaparecer. Literalmente desaparecer. Esfumarme en lo más profundo de mi ser y trasmigrar en ti a cada instante. Sólo así podré encontrarte, desafiando el equilibrio místico de la casualidad y el tiempo, surcando las grietas de las nubes desmembradas y zambullirme en tu piel líquida cuando menos lo esperes. Te despertarás habitado, trepidando entre los síncopes del alba, saboreando una fragancia ajena y nostálgica en el túnel de la garganta, se te erizará la piel en los atardeceres y silbarás melodías rapsodias que en tu vida escuchaste, saldrás por las tardes en busca de tu sombra y no podrás abstenerte de inclinar tu rostro angélico en el algún charco traslúcido y descubrir, por fin, que tu mirada ya no te pertenece. ¡Qué placer el de besarte desde lo más íntimo del aliento y acariciarte las entrañas! Conoceré cada uno de los secretos que se ocultan detrás del umbral mortífero de tu mente, un enjambre de recuerdos aglutinados compone tu memoria; pero me daré a la tarea de desenredar los ovillos retóricos que tu razón sofocan y lustraré con mi lengua el tablero de tu inconsciente. Pero nunca has de reconocer mi urticante presencia, pues ya, joven inconcluso, has aprendido a olvidarme. Contigo la transmutación de todos los valores es posible. El alma se te sonrojará de pureza y alcanzarás el alborozo de sentirte único en la Unidad. Una diáfana sinfonía te recorrerá el espíritu dibujándote un pentagrama en la frente. Pero no te sorprendas si por las noches lunáticas mis lágrimas brotan de la cripta de tus ojos como espinas de cristal. Es el clamor de mi espera que intenta sin éxito poseerte. Mi cuerpo, entrando y saliendo del tuyo, no es más que una simbiótica peripecia. Jamás seremos Uno, somos excesivamente únicos. Mariposas de humo que huyen de sus orillas prófugas con las alas plegadas. Pero, en un futuro, ya premeditado por mi impaciencia, te rendirás ante mí sin voz. Mi identidad suspensa será tan evidente, que tu tormenta interior quedará seca de egoísmo, esa poderosa armadura con la que solías rehuirte del mundo. Mi “Yo” a flor de piel, como arena aterciopelada, descascarará el molde de arcilla en el que estás inserto, para que pueda amarte desnudo e impávido. Mi cuerpo se desprenderá suavemente del tuyo y en un espasmo, que nos dejará vacíos, nos elevaremos hasta el confín de nuestros YO amándose idílicamente, atraídos por una pasión despiadada, por fin libres de este universo pululante. Sólo tú y yo como accidentes del retráctil miedo. Alexia

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